jueves, 5 de noviembre de 2009

Dinero: Historia de la moneda (parte 2)

Upps perdonen por éste exabrupto, pero entre un escrito que hago de hobbie, y otras cosillas se me fue la onda con respecto a poner estas tres contribuciones de la semana Ethos.


La difusión de la moneda



A comienzos del siglo VI a.C.es posible que las actividades comerciales estuvieran reguladas de manera poco homogénea, y que se superpusieran los diversos sistemas de intercambio.Para las transacciones domésticas y de entidad li
mitada se recurría al trueque, ya en uso entre los pueblos prehistóricos, a la moneda natural a base de ganado o cereal y a la moneda utensilio, representada por óbolos (como vimos monedas en forma de varillas para asar de uso doméstico y religioso), lebetos. Para el comercio internacional se utilizaban los metales preciosos, como el oro y la plata, forjados en anillos o en panes de peso determinado.

Durante la primera mitad del siglo VII a.C., esas piezas desaparecieron para ceder su lugar a unas bolitas, mucho más manejables, que permitían una mayor facilidad de intercambio de las mercancías de importe limitado.Muy pronto este sistema fue aceptado.


Para agilizar los intercambios, las bolitas llevaban contraseñas consistentes en símbolos que certificaban el peso y la calidad del metal. Algunos especialistas (Breglia, Bernareggi) consideran que los primeros sellos fueron estampados por comerciantes y por santuarios (a menudo los templos desempeñaron funciones bancadas), y muy pronto el Estado se dio cuenta del valor e importancia de estas contraseñas para garantizar las monedas contra eventuales falsificadores (ya en plena actividad).


Otra hipótesis atribuye un origen ético y moral a las monedas, cuya función era garantizar la igualdad entre los ciudadanos, Esta hipótesis se basa en una afirmación de Aristóteles.
El gran filósofo del siglo IV a.C., consideró en la Política la moneda como un instrumento necesario para otorgar entidad real a los intercambios, cada vez más densos y articulados.

De las hipótesis enumeradas, la primera parece la más verosímil, pues la abona un hallazgo efectuado en el Artemision de Éfeso: una vasija de loza contenía bolitas que pueden fecharse a mediados del siglo VII a.C. y que presentan sencillas estrías y contramarcas de validación de los probables y diversos poseedores. Junto con las bolitas se encontraron otras con la contraseña de símbolos del Estado que las vinculan a emisiones oficiales de Éfeso, Focea y Lidi; parece bastante evidente que el Estado, habiéndose percatado de la importancia del símbolo.


Muy pronto, en efecto, la moneda estatal invadió el mercado y gozo de las preferencias de todas las plazas. Los motivos son múltiples. Ante todo, el Estado iba cobrando cada vez más importancia e inspiraba creciente confianza, sobre todo en relación con las entidades privadas y con los bancos, poco conocidos y acreditados. Además, la emisión oficial no solo era útil al ciudadano particular, que veía así garantizado su dinero.


El mundo griego y todas las regiones de su esfera de influencia adoptaron muy pronto la moneda, gracias a una serie de circunstancias propicias. Ya en el siglo VIII a.C., la civilización helénica atravesaba un período de gran transformación, sobre todo desde el punto de vista económico.
La agricultura y la ganadería ya no eran el único medio de sustento: artesanía, astilleros y comercio marítimo acrecentaban y diversificaban las actividades. En este proceso evolutivo tuvieron un gran papel las colonias fundadas en el Asia Menor y la Italia meridional, que aportaron nuevos mercados a la industria de la metrópoli e intensificaron la importancia de metales, cereales y esclavos. Estas condiciones reforzaron la posición de las diversas categorías de artesanos, mercaderes y empresarios, y debilitaron en gran medida a los pequeños propietarios de tierras. La conflictividad entre ambas categorías sociales desembocó en cambios políticos revolucionarios: la nobleza terrateniente ya no fue aceptada como única e indiscutible clase superior, y los nuevos ricos reclamaron sus derechos.

La introducción y el uso del dinero impulsaron grandes novedades incluso en el ámbito cultural: en efecto, los intercambios comerciales favorecieron los contactos culturales y, con ellos,
el cambio social. Si a comienzos del siglo VI a.C. todas las ciudades griegas de cierta importancia comercial tenían su moneda, otras grandes civilizaciones se hallaban aún lejos de haberla adoptado. Los cartagineses, por ejemplo, prefirieron durante mucho tiempo atenerse al trueque en sus relaciones mercantiles, y los grandes imperios centralizados (Persia, Egipto, la India) contemplaban con cierta desconfianza el intercambio regulado mediante la moneda, ¿por qué?, porque hasta la adopción de la moneda, la riqueza consistía en la posesión de tierras, fácilmente controlables y, sobre todo, valorabas y confiscables por el Estado.

La moneda hacía al hombre libre, independiente del poder estatal, y por este motivo la autoridad se resistía a aceptar su introducción.


Durante muchos siglos, Oriente prefirió el oro para la realización de sus monedas. Las primeras hechas de este metal las encontramos en Lidia, la región de Asia Menor heredera de un gran imperio central que había tomado el oro, aun antes de utilizar la moneda, como punto de referencia para todos los intercambios y valores. En la Mesopotamia del IV milenio a.C., floreció una de las mayores y más antiguas civilizaciones, la de los sumerios.


En esta civilización nació y se difundió la escritura (hacia el año 3200 a.C.), precisamente por la necesidad de marcar y diferenciar las numerosas mercancías de los diversos artesanos y campesinos que llevaban sus productos a las grandes ciudades para intercambiarlos. La población estaba organizada en ciudades templo, en cuyo interior la clase sacerdotal representaba, además de la autoridad religiosa, el poder económico y político.


Entre los diversos reinos formados en este período, el de Babilonia adquirió importancia preeminente, y dio nombre a toda la civilización mesopotámica durante varios siglos (aproximadamente de los años 2000 a 562 a.C.), aunque en esta región se sucedieron y alternaron varios pueblos, entre ellos hititas y asirios.

El sistema bimetálico, basado en una relación fija entre oro y plata, fue adoptado por los persas cuando, en el siglo VI a.C., conquistaron Lidia, toda Anatolia, las ciudades griegas de la costa y Babilonia (año 539 a.C.).


Con Darío 1 (años 522-486 a.C.) la circulación monetaria en el interior del imperio se efectuaba en dáricos (del nombre de Darío) de oro y en sicios de plata. Unos y otros, por vez primera en la historia de la numismática, representaban en el anverso una figura humana armada con arco y lanza: el retrato del Gran Rey, con el uniforme de los arqueros de su guardia.

Desafortunadamente no nos han llegado muchas a nuestros días, ya que los sucesivos conquistadores de este imperio las fundían y las reacuñaban nuevamente.


http://www.numismatik.com.ar/monedas/index.php

http://www.numismatik.com.ar/monedas/difusion-de-moneda.php

http://www.numismatik.com.ar/monedas/bancos-de-babilonia-y-monedas-persas.php

http://www.mailxmail.com/curso-origen-moneda-trueque-bizancio/monedas-lydia-persia

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