lunes, 6 de julio de 2009

Chesterton





            Una nube cubría la mente de los hombres

Y el tiempo corría gimiendo,
Si, una nube enfermiza sobre el alma
Cuando fuimos muchachos juntos.
La ciencia anunciaba la nada
Y el arte admiraba la decadencia;
El mundo estaba viejo y acabado:
Pero tú y yo éramos alegres;
En torno a nosotros en orden retozón
Llegaban los vicios tullidos:
Lujuria que había perdido su vergüenza.
Como el rizo blanco de Whistler,
Que iluminó nuestra melancolía sin objetivo,
Los hombres mostraban su propia pluma blanca
Tan orgullosamente como un penacho.
La vida era una mosca que decaía
Y la muerte un abejón que picaba;
El mundo era realmente muy viejo
Cuando tú y yo éramos jóvenes.
Retorcían hasta el pecado decente
Dándole formas inmencionables;
Los hombres se avergonzaban del honor,
Pero nosotros no nos avergonzábamos.
Anque débiles y simples,
En eso no caíamos, en eso no;
Cuando aquel negro Baal cubrió los cielos
No obtuvo himnos de nosotros.
Éramos Niños: nuestros fuertes de arena
Eran incluso tan débiles como nosotros,
Los levantábamos cuanto podíamos
Para contener aquel amargo mar.
Simplones vestidos de payasos,
Tintineando absurdamente,
Cuando todas las campanas de las iglesias enmudecieron
Se oyeron nuestro gorro y nuestros cascabeles.

Defendimos el fuerte no sin alguna ayuda,
Desplegadas nuestras diminutas banderas;
Algunos gigantes trabajaron en era nube
Para librar de ella al mundo.
Encuentro de nuevo el libro que encontramos,
Siento la hora que hace salir
Mucho más allá de la pisciforme Paumanock
Un grito de cosas muy limpias;
Y el clavel se marchitó,
Rugieron al viento millones de biznas de hierbas
Como un pájaro que canta en la lluvia
Cuerdo y dulce y repentino
La verdad habló desde Tusitala
Y el placer desde el dolor.
Sí, fresco y transparente y súbito como
Un pájaro que canta en el cielo gris
Dunedin habló a Samoa,
Y la oscuridad se hizó día,
Pero nosotros éramos jóvenes;víviamos para ver
Cómo Dios rompía sus amargos hechizos,
Cómo Dios y la bondadoa República
Regresaban cabalgando armados:
Hemos visto la ciudad del alma humana,
Aunque tambaleandose, con el sitio lenvatado:
Bienaventurados los que no vieron,
Pero aunque ciegos, creyeron.

Esta es la historia de aquellos viejos miedos,
Incluso de aquellos infiernos vaciados,
Y nadie salvó tú comprenderá
Lo que dice de verdad,
Qué colosales dioses de vergüenza
Podían acobardar a los hombres y sin embargo estrellarse,
Qué gigantescos demonios ocultaban los astros
Y sin embargo, caían ante un disparo.
Las dudas que eran tan fáciles de apartar,
Tan terribles de resistir.
Oh, ¿quién podra comprender salvo tú?
Sí ¿quién comprenderá?
La dudas que nos empujaban a través d ela noche
Mientras charlábamos vehementemente.
Y amanecía en las calles
Antes de que maneciera en los cerebros.
Entre nosotros, por la paz de Dios,
Ahora se puede contar esa verdad;
Si, hay fuerza en echar raíces
Y bondad en hacerse viejo.
Hemos encontrado al fin cosas en común,
Y un acuerdo y un credo,
Y ahora puedo sin escribir sin riesgos
Y tú, sin riesgos, puedes leer.
                                                                                                                                                                  Gilbert Keith Chesterton, escritor británico de principios del siglo XX, “Maestro de la paradoja y la argumentación
Este poema es lo que llena las primeras páginas de una edición de su novela, El hombre que era jueves, una excelente narración de la lucha entre un grupo de anarquistas y Gabriel Syme, un detective-poeta miembro del Scotland Yard. Parece que Alianza es la única editorial que lo incluye , ni siquiera he podido encontrar este poema en la gloriosa y sacrosanta interne’.  Me gustó y ahora llego con las intenciones de compartir la empatía por los productos de la mente de este genio inglés.
Chesterton estaba dotado de un refinadísimo humor, incluso cuando lo leo siento la absurda necesidad de sostener una pipa mientras mis educadas risas fluyen denotando su finura imaginaria.                                    El siguiente ensayo me lo enseñó una conocida de letras, ya lo he mostrado mucho, cada que lo leo siento que el rojo de mi pulsera empieza a encenderse.

De la revolución por los cabellos de una niña
 G. K. Chesterton
 Hace un tiempo, doctores y sociólogos promulgaron una orden según la cual todas las niñas debían llevar el cabello cortado al ras. Quiero decir, por supuesto, todas las niñas de familias pobres. Las niñas ricas tienen no pocos hábitos insalubres, pero los doctores no se dieron tanta prisa en combatirlos. Ahora bien, el motivo de esta disposición era que, como los pobres se amontonan en habitaciones sucias, antihigiénicas, no debe permitírseles tener cabellos, porque éstos albergan piojos. En consecuencia, los doctores proponen suprimir los cabellos. Parece que no han pensado en suprimir los piojos.
Si una tiranía crapulosa aplasta a los hombres en la miseria, a tal punto que tienen sucios los cabellos, sería arduo y fatigoso cortar las cabezas de los tiranos, y más fácil cortar los cabellos de los esclavos. Si ocurre que a los niños pobres les atormentan dolores de muelas, se les arrancarán todos los dientes. Y si tienen narices indecentemente mocosas, se les amputarán las narices.
Hablo aquí de los cabellos de una niña, de algo absolutamente bueno. Aunque el mal puede residir en cualquier lugar, el orgullo que una madre siente por la hermosura de su hija es cosa buena. Es una de esas ternuras imperecederas que son las piedras de toque de todas las épocas y todas las razas. Desaparezca todo lo que se oponga a eso. Desaparezcan todos los caseros y los reglamentos contrarios a eso. Con la pelirroja cabellera de una chiquilla de las calles pongamos fuego a toda la civilización moderna. Puesto que una niña debe tener el cabello largo, es necesario que lo tenga limpio. Para que tenga el cabello limpio, no debe vivir en una casa sucia. Y puesto que no debe vivir en una casa sucia, es necesario que su madre sea libre y que no tenga un casero usurero. Luego, como no debe tener un casero usurero, hay que redistribuir la propiedad. Y para redistribuir la propiedad, hemos de hacer una revolución.
Esa chiquilla de cabellos de oro rojizo, que acaba de pasar corriendo ante mis ojos, no será mondada, no será disminuida, no será rapada como un reo. No. Todos los reinos terrenales serán rehechos y cortados a su medida. Los vientos del mundo se detendrán ante ese cordero que no será trasquilado. Se romperán todas las coronas que no se ajusten a su cabeza y se destruirán todas las ropas, todas las casas que no convengan a su gloria. Su madre puede ordenarle que se recoja el cabello, porque es la autoridad natural, pero ni el Emperador del Planeta le ordenará cortárselo. Pues esa niña es la imagen sagrada de la humanidad. Que todo alrededor de ella, la fábrica social entera, tiemble y caiga, y que las columnas de la sociedad se sacudan y las cúpulas de los siglos se vengan abajo, pero a esa niña no se le tocará un solo cabello.



Chesterton, plasmado con todo su esplendor y el de su magnificente barriga.

“Si, el poeta estará descontento incluso en las calles del cielo. El poeta es siempre un sublevado.”

Podría tratar subir las entradas según el orden estructurado pero mis intentos y el orden nunca se han llevado bien. Así que ofrezco una disculpa por si hoy esperaban ver una biografía.

5 comentarios:

Ezequiel dijo...

Ah, siempre he visto a este don en los estantes de las librerías, pero es la primera vez que me toca leer algo, gracias por compartirnos algo así.

Christian O. Grimaldo dijo...

Wow... el ensayo me dejó sin palabras...

"no será mondada, no será disminuida, no será rapada como un reo. No. Todos los reinos terrenales serán rehechos y cortados a su medida"

La idea que yo tomó como la central de estas líneas la asoció con algo que se llama investigación acción participativa (IAP) o Psicología social comunitaria y sobre todo... la base de una utopía social que no debería ser concebida como utópica, la libertad de realidad.

A esa niña no se le tocará un sólo cabello... es genial... de verdad es genial.

Por cierto... tengo tú libro de El hombre que era jueves jajaja, prometo que lo cuidaré :)

Alín A dijo...

Christian!!!!!!
Todo el día me estuve jalando los cabellos por ese libro!!
No lo he terminado!!

Christian O. Grimaldo dijo...

Jajaja, te dije!! "me lo voy a llevar!!" creo que estabas demasiada distraida peleando con Fer y pateandole las bolas.

Te lo mando con Sofi al rato

Uriel Cormorán dijo...

Ya que me enteré del chisme de aquel entonces... siento que mis comentarios no serán tomados en cuenta (también porque al parecer se ha atascado el blog)por lo mismo me tome el tiempo de ver entradas anteriores... en fin.

Este ensayo me lo dieron efectivamente en Letras. Jamas me han interesado los temas revolucionarios, pero la manera en la que lo hace el señor Chester (jaja), con una pizca de ironía, bien merece un pulgar arriba y una sonrisa fácil.

Lo primero que leí de Chesterton fue un pequeño relato policíaco... pero no recuerdo cual exactamente, ya que era una recopilación de los que le gustaban a Borges en éste género.

C ya!

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