miércoles, 23 de septiembre de 2009

Apunte Gótico

Inés Arredondo
(Culiacán, Sinaloa; 20 de marzo de 1928 - Ciudad de México; 2 de noviembre de 1989).

Apunte Gótico


Cuando abrí los ojos vi que tenía los suyos fijos en mí. Mansos. Continuó igual, sin moverlos, sin que cambiaran de expresión, a pesar de que me había despertado.Su cuerpo desnudo, medio cubierto por la sábana, se veía inmenso sobre la cama. La vela permanecía encendida encima de la mesita de noche del lado donde él estaba, y su luz hacía difusos los cabellos de la cabeza vuelta hacia mí, pero a pesar de la sombra sus ojos resplandecían en la cara. La claridad amarillenta acariciaba el vello de la cóncava axila y la suave piel del costado izquierdo; también hacía salir ominosamente el bulto de los pies envueltos en la tela blanca, como si fueran los de un cadáver.La tormenta había pasado. Él hubiera podido apagar la vela y enviarme a dormir en mi cama, pero no lo hacía. No se movió. Siguió con el tronco levemente vuelto hacia la derecha y el brazo y la mano extendidos hacia mí, con el dorso vuelto y la palma de la mano abierta, sin tocarme: mirándome, reteniéndome.Mi madre dormía en alguna de las abismales habitaciones de aquella casa, o no, más bien había muerto. Pero muerta o no, él tenía una mujer, otra, eso era lo cierto. Era la causa de que mi madre hubiera enloquecido. Yo nunca la he visto.Vi la blanca carne del brazo tendido hacia mí, tersa, sin un pelo, dulce y palpitando con el vaivén de la flama. Los dedos ligeramente curvos sobre la mano ofrecida apenas: abierta. Hubiera querido poner un pedacito de mi lengua sobre la piel tibia, en el antebrazo.Tenía los ojos fijos en mí, tan serenos que parecía que no me veía. Llegué a pensar que estaba dormido, pero no, estaba todo él fijo en algo mío. Ese algo que me impedía moverme, hablar, respirar. Algo dulce y espeso, en el centro, que hacía extraño mi cuerpo y singularmente conocido el suyo. Mi cuerpo hipnotizado y atraído.Ese algo que podía ser la muerte. No, es mentira, no está muerto: me mira, simplemente. Me mira y no me toca: no es muerte lo que estamos compartiendo. Es otra cosa que nos une.Pero sí lo es. Las ratas la huelen, las ratas la rodean. Y de la sombra ha salido una gran rata erizada que se interpone entre la vela y su cuerpo, entre la vela y mi mirada. Con sus pelos hirsutos y su gran boca llena de grandes dientes, prieta, mugrosa, costrosa, Adelina, la hija de la fregona, se trepa con gestos astutos y ojos rojos fijos en los míos. Tiene siete años pero acaba de salir del caño, es una rata que va tras de su presa.Con sus uñas sucias se aferra al flanco blanco, sus rodillas raspadas se hincan en la ingle, metiéndose bajo la sábana. Manotea, abre la bocaza, su garganta gotea sonidos que no conozco. Se arrastra por su vientre y llega al hombro izquierdo. Me hace una mueca. Luego pasa su cabezota por detrás de la de él y se queda ahí, la mitad del cuerpo sobre un hombro, la cabeza y la otra mitad sobre el otro, muy cerca del mío. Con las patas al aire me enseña los dientes, sus ojillos chispean. Ha llegado. Ha triunfado.Ahora sí creo que mi padre está muerto. Pero no, en ese preciso instante, dulcemente, sonríe: complacido. O me lo ha hecho creer la oscilación de la vela.

Éste cuento pertenece a Río Subterráneo. Éste junto con La señal y Los espejos constituyen casi toda la obra de la sinaloense. Ustedes dirán que les parece.




También la locura, presente en algunos cuentos de Río subterráneo, representa desde luego una forma de transgresión: traspasar el umbral de lo que se llama “razón” o “cordura” equivale a dejar brotar otras fuerzas que nos habitan pero que preferimos ignorar. Con esta economía de medios expresivos que caracteriza la prosa de Inés Arredondo, “guardiana de lo prohibido”, define en una simple frase la vertiente oscura y caótica de nuestra identidad, “lo que está al otro lado del límite”. “El grito, el aullido, el alarido que está oculto en todos, en todo, sin que lo sepamos”.


A medida que avanzamos en la lectura de los cuentos, empezamos a sospechar que la locura es quizás un camino de verdad, de autenticidad.
La búsqueda de lo sagrado, esencial en la obra de Inés Arredondo, permite revelar otras dimensiones de la experiencia humana, explorar territorios prohibidos.





Rose Corral







“Sospecho, con temblor y miedo, que lo que somos, dentro del orden del mundo es explicable, pero que lo que nos toca vivir no es justo, no es humano… “
[Río Subterráneo]

“Con esta manera de contar mi historia creo que también he fijado mi postura literaria. Si creo que en la vida es posible escoger del total de informes y sucesos y actos que vivimos, aquellos pocos e insustituibles con los cuales se puede interpretar y dar sentido a la vida, creo también que ordenar unos hechos en el terreno literario es una disciplina que viene de otra más profunda en la cual también lo fundamental es la búsqueda de sentido. No sentido como anhelo o dirección, o meta, sino como verdad o presentimiento de una verdad”.

Inés Arredondo.

7 comentarios:

Christian O. Grimaldo dijo...

La literatura es un mundo aparte, es una de las formas de crear verdaderamente nuevos mundos y realidades, es la posibilidad del caos en lo establecido, de lo plural en lo único, de imaginar "inimaginable" Tiene razón al decir que puede escoger lo que quiera del total de lo que es objetivamente el mundo.

Por motivos como este, es que muchos escritores eran y son rojillos y que muchos son intelectuales.

Benedetti decía en Interview: "Usted debe saber que los poetas vivimos a la vuelta de este mundo"

Arredondo rifa!!! esta bien chido ese cuento Lina-Alina n_n

Anónimo dijo...

It's great :')

Unknown dijo...

No entendí

Unknown dijo...

Es una metáfora. La rata representa varios aspectos de una sexualidad prohibida.
Está narrando su encuentro sexual con su padre.

Unknown dijo...

No entendí

Unknown dijo...

No entendí

Unknown dijo...

No entiendo la metafora

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